12 diciembre, 2018
A mí, la palabra “empoderamiento”, que usamos mucho – igual que “emprendimiento” y este tipo de palabras –, no me acaba de convencer del todo. No es que no crea en su significado, sino que creo que otorga un valor muy alto a una cosa por la cual todos y todas pasamos.
Yo intento hablar siempre de “procesos de madurez”. Por experiencia propia y por lo que he ido viendo en los jóvenes con quienes he trabajado estos años, uno de los temas que más me preocupa de los procesos de madurez – o de crecimiento, o de empoderamiento, digámoslo como queramos – es las posibilidades que tiene cada joven de equivocarse a lo
largo de los pasos de este proceso. Creo que la posibilidad de equivocarse y las consecuencias que se derivan van muy ligadas a la situación personal, social, familiar o económica de cada joven, y que, por tanto, no todos los jóvenes tienen las mismas oportunidades de cometer errores y obtener segundas oportunidades.
Volviendo otra vez a mi experiencia personal, mientras yo me vinculaba con el Casal dels Infants y empezaba a establecerme como educador social, amigos de mi mismo entorno y en situaciones socioeconómicas parecidas, tomaron otras decisiones y cometieron “errores” que no han podido arreglar nunca. Con los años me he dado cuenta de que si aquellas decisiones se hubieran sacado del contexto social del Raval de
aquella época y trasladado a un barrio que está a cuatro pasos como es el Eixample, seguramente estos jóvenes habrían tenido la oportunidad de repetir esas decisiones y rehacer el camino que estaban emprendiendo. Esta situación, que se repite incluso ahora en diferentes contextos, me preocupa a la hora de plantear los procesos de madurez o empoderamiento.
Equivocarte te hace crecer: ¿Por qué no damos a todos los jóvenes las mismas oportunidades de cometer errores y rectificarlos? Yo, como educador social, ¿de qué manera puedo dar estas oportunidades a los jóvenes con quien trabajo, jóvenes que normalmente no las tienen? Es una labor muy delicada en la cual te tienes que balancear continuamente entre tus objetivos
(aquello que te viene marcado desde la entidad social o tus financiadores) y al mismo tiempo dejando que el joven choque con la realidad, que se equivoque, eche hacia atrás y vuelva a avanzar hacia delante.