8 de noviembre de 2018
– 22:04
Hoy comienzo, por primera vez, a escribir este diario de campo; sí, un día antes de hacer la primera entrega … Posiblemente es uno de los momentos que mejor define mi visión del empoderamiento: enfrentarte con la necesidad de…
Han pasado unos días desde la primera sesión del Focus Group y el tiempo pasa igual. Sin embargo, ciertamente, de la sesión guardo un buen recuerdo y me lleva a pensar que ya hemos empezado algo de lo que yo y mis compañeros y compañeras formamos parte. Una de las primeras preguntas que me hice fue por qué nosotros, la gente de comarcas,
tenemos que ir a Barcelona … ¿no hay espacios similares en nuestra zona? Yo mismo me respondo que sí, que existen espacios con platós y algunas televisiones locales que seguramente, con un poco de mano izquierda, se hubieran animado a colaborar con el proyecto. Ahora mismo me da mucha pereza pensar que tendremos que volver a Barcelona; es un lugar donde yo no estoy cómodo, donde no me resulta fácil moverme y donde muchas cosas me son totalmente desconocidas o directamente me son inaccesibles.
Pienso que en muchos momentos los y las jóvenes que yo acompaño en mi trabajo se deben sentir igual que yo: en espacios incómodos, con pereza, dificultades y desconocimiento. Y no para ir a Barcelona, sino para enfrentar
su propio día a día.
Imagino la sensación de algunos de los jóvenes con los que trato levantándose cada mañana para ir al instituto … qué cruz… (¡supongo que todavía tengo el recuerdo de cuando iba yo!).
Esto me lleva a pensar que muchas veces, cuando trabajamos el empoderamiento lo hacemos, no desde una visión externa, teórica, etc., sino desde la propia experiencia de vida.
En un alto porcentaje de casos, los técnicos de juventud estamos encantados con nuestro trabajo; recordamos con cierta complejidad todo lo que hemos pasado para llegar a nuestra situación laboral actual y comprendemos que, gracias a esta experiencia, «estamos empoderados y preparados para atender a jóvenes».
Pero… ¿de dónde proviene este empoderamiento?
Es decir, ¿qué he conseguido además de unos estudios y un buen trabajo? ¿Tengo herramientas para hablar con todo el mundo? ¿Soy capaz de sobreponerme a todos los problemas que me voy encontrando?
La respuesta a estas preguntas es SÍ, porque yo lo considero así, mis padres lo consideran así, la sociedad lo considera así y, por lo tanto, lo que yo pueda decir o pensar sobre el empoderamiento sólo tiene sentido si lo hablo desde mí mismo, relacionándome con mis miedos y con mis victorias. Esto es lo que creo que hay que trasladar a los jóvenes, especialmente a los del Valle donde yo trabajo (Vall de Bas).
No los «podemos empoderar» ni los «debemos empoderar». Esto va solo; llega cuando tienes claro qué relación tienes contigo mismo. Lo que me aplico hoy por hoy en mi día a día es: vamos a intentar que los jóvenes se conozcan primero a ellos mismos y luego a los que les rodeamos.
Pienso que el empoderamiento es un proceso que comienza pero no termina. Es un aprendizaje tan grande que nunca sabremos realmente qué significa «empoderar».
Estos días he estado con algunos jóvenes de diversas edades y me he dedicado a escucharlos y a estar a su lado, a preguntarles sobre sus cosas sin entrar en cosas muy suyas; tejiendo caminos despacio, tejiendo fortaleza y tejiendo
vínculo. Sinceramente, creo que sólo el vínculo puede desencadenar una relación educativa con garantías.
Ahora mismo escribo delante del ordenador e imagino a mis compañeros haciendo lo mismo. No sé si hoy, ayer o mañana a última hora. La situación de «pelearte» con la hoja en blanco con una cierta presión me recuerda a la época de estudiante universitario o incluso a etapas anteriores, cuando había que entregar un trabajo y siempre iba a última hora. Lluís, 23:25