14 de enero, 2019
Trabajo como técnico de juventud en el Ayuntamiento de la Vall d’en Bas; un municipio diseminado, un pueblo de pueblos. El principal reto que nos encontramos es que la mayoría de los jóvenes tienen contacto entre ellos solamente en contextos de educación formal, es decir, en el colegio o en el instituto, y poco contacto fuera de este contexto. Esto dificulta el trabajo con ellos desde fuera de este ámbito, y desde el departamento estamos intentando habilitar espacios de encuentro y aprendizaje que posibiliten contextos sociales diferentes. Por ejemplo, tenemos un estudio para hacer programas de radio y un espacio
multimedia donde reunirse para trabajar o jugar con el ordenador. Veo que nuestro papel, como educadores técnicos municipales, se tiene que centrar mucho en crear estos espacios de encuentro y trabajar en el trato personal y en la creación de vínculos para fomentar el empoderamiento colectivo.
Aún así, el empoderamiento colectivo empieza por el empoderamiento individual, así que también tenemos que trabajar para que los jóvenes tengan la capacidad de tomar decisiones por sí mismos.
Una de las cosas que estamos haciendo es la creación de un movimiento de encuentro educativo que aglutine los siete municipios del Valle. Queremos que sea un encuentro liderado por
nuestros jóvenes y destinado a niños de 6 a 12 años. Personalmente, creo que la participación en un movimiento de ocio educativo fomenta el empoderamiento individual: ceñirse y transmitir los valores del ocio, la responsabilidad ante los más pequeños, la conexión con personas de otras generaciones… Todo eso te hace ver que las personas tenemos un papel muy importante respecto a otras personas y que tenemos que ser capaces de jugarlo.
Considero que el trabajo que hago con los jóvenes no es fácil. Sería muy fácil si me limitara a hacer una programación de actividades rígida sin ejercer mi responsabilidad de transmitir valores y educar. El primer paso para conseguirlo es convirtiéndome en una referencialidad positiva.
A veces me da la sensación de que el joven, cuando ve a un adulto, le ve triste, apagado y con muchos problemas… ¿Cómo me muestro yo a mis jóvenes? ¿Qué les transmite mi ritmo de vida frenético? Cuando actuamos con el joven, ¿con qué actitud lo hacemos? Si nos mostramos apagados, los jóvenes no conectan con los adultos y es importante que lo hagan. Si mostramos felicidad y alegría, la conexión ocurre casi de forma instantánea. La actitud con la cual ejercemos nuestra referencialidad tiene que ser alegre. El empoderamiento tiene que ser feliz, contento y con ritmo.
Como técnicos de educación, debemos tener siempre sobre la mesa la cuestión del empoderamiento. Educación y empoderamiento son dos conceptos inseparables. Uno no tiene sentido sin el
otro. A veces obviamos esta cuestión o no la tenemos en cuenta, igual que la cuestión de la actitud. Nos lo debemos recordar siempre antes de empezar a trabajar, porque los jóvenes son el futuro, pero también son el presente, y el presente se afronta con las pequeñas acciones del día a día.
No somos imprescindibles para los jóvenes, somos alguien que está ahí y coincidimos en un momento vital. Tenemos que dar el máximo de nosotros mismos para dejar un buen recuerdo y conseguir vincularnos. Si tienen un buen recuerdo, seguramente ejerceremos influencia, nos convertiremos en referentes y contribuiremos en su empoderamiento.
A veces nos pensamos que los adultos
tenemos la clave de todo y no tenemos la clave de nada. La clave la tenemos todos y todas (adultos, jóvenes, niños…). La cuestión es saber poner estas claves donde toca. A los adultos nos toca saber dejarlas y enseñar, pero no porque hayamos estudiado o dejado de estudiar, sino porque ya lo hemos vivido, ya hemos atravesado esas puertas o puertas similares y nos toca enseñar el camino.
multimedia donde reunirse para trabajar o jugar con el ordenador. Veo que nuestro papel, como educadores técnicos municipales, se tiene que centrar mucho en crear estos espacios de encuentro y trabajar en el trato personal y en la creación de vínculos para fomentar el empoderamiento colectivo.
Aún así, el empoderamiento colectivo
empieza por el empoderamiento individual, así que también tenemos que trabajar para que los jóvenes tengan la capacidad de tomar decisiones por sí mismos.
Una de las cosas que estamos haciendo es la creación de un movimiento de encuentro educativo que aglutine los siete municipios del Valle. Queremos que sea un encuentro liderado por nuestros jóvenes y destinado a niños de 6 a 12 años. Personalmente, creo que la participación en un movimiento de ocio educativo fomenta el empoderamiento individual: ceñirse y transmitir los valores del ocio, la responsabilidad ante los más pequeños, la conexión con personas de otras generaciones… Todo eso te hace ver que las personas tenemos un papel muy importante respecto a
otras personas y que tenemos que ser capaces de jugarlo.
Considero que el trabajo que hago con los jóvenes no es fácil. Sería muy fácil si me limitara a hacer una programación de actividades rígida sin ejercer mi responsabilidad de transmitir valores y educar. El primer paso para conseguirlo es convirtiéndome en una referencialidad positiva. A veces me da la sensación de que el joven, cuando ve a un adulto, le ve triste, apagado y con muchos problemas… ¿Cómo me muestro yo a mis jóvenes? ¿Qué les transmite mi ritmo de vida frenético? Cuando actuamos con el joven, ¿con qué actitud lo hacemos? Si nos mostramos apagados, los jóvenes no conectan con los adultos y es importante que lo hagan. Si mostramos felicidad y alegría, la
conexión ocurre casi de forma instantánea. La actitud con la cual ejercemos nuestra referencialidad tiene que ser alegre. El empoderamiento tiene que ser feliz, contento y con ritmo.
Como técnicos de educación, debemos tener siempre sobre la mesa la cuestión del empoderamiento. Educación y empoderamiento son dos conceptos inseparables. Uno no tiene sentido sin el otro. A veces obviamos esta cuestión o no la tenemos en cuenta, igual que la cuestión de la actitud. Nos lo debemos recordar siempre antes de empezar a trabajar, porque los jóvenes son el futuro, pero también son el presente, y el presente se afronta con las pequeñas acciones del día a día.
No somos imprescindibles para los
jóvenes, somos alguien que está ahí y coincidimos en un momento vital. Tenemos que dar el máximo de nosotros mismos para dejar un buen recuerdo y conseguir vincularnos. Si tienen un buen recuerdo, seguramente ejerceremos influencia, nos convertiremos en referentes y contribuiremos en su empoderamiento.
A veces nos pensamos que los adultos tenemos la llave de todo y no tenemos la llave de nada. La llave la tenemos todos y todas (adultos, jóvenes, niños…). La cuestión es saber poner estas llaves donde toca. A los adultos nos toca saber dejarlas y enseñar, pero no porque hayamos estudiado o dejado de estudiar, sino porque ya lo hemos vivido, ya hemos atravesado esas puertas o puertas similares y nos toca enseñar el camino.