13 de mayo, 2019
Yo doy mucho peso a las tutorías. Son espacios donde intento crear un clima de seguridad, de protección y de confianza, para que la persona que tengo delante se sienta libre, no se sienta juzgada ni etiquetada a la hora de poder explicar lo que siente y poder expresarse libremente. Creo que es un primer paso para poder extraer y trabajar el empoderamiento. A veces nos pasa que sentimos muchas cosas, pero no somos capaces de entenderlas, o incluso no nos paramos ni a pensarlas. Las tutorías son buenas oportunidades para indagar en estos sentimientos, compartirlos para comprenderlos.
En muchas ocasiones me preparo estas
tutorías y, antes de ver al joven en cuestión, pienso en qué le puede convenir más – por ejemplo, si se tiene que preparar una entrevista de trabajo o un proceso de selección –; pero muchas veces lo que acabo haciendo es improvisar. Desde el momento en que tengo al joven delante, todo cambia, y reviso qué es lo que la persona necesita en ese momento concreto. Como profesional, puedo pensar o estimar a priori qué necesita aquella persona, pero es cuando la observo cara a cara, que tengo que detectar las necesidades reales, que muchas veces tienen que ver con la autoestima o con un sentimiento de no sentirse preparado. Aunque este sea mi objetivo principal, a veces lo que necesita el joven no es preparar una entrevista, sino extraer un sufrimiento, una angustia o un miedo.