La familia y las amistades son dos ejes muy influyentes en los jóvenes que le ayudan a definirse y le hacen de paraguas. Aun así, no son ejes determinantes, y hay que tener en cuenta que el grado de importancia que pueden tener en cada joven es muy diverso y cambia a lo largo del tiempo.
Uno de los elementos que creo que es más influyente en el proceso de empoderamiento de los jóvenes es el hecho de tener que sentirse aceptado por un grupo de iguales. La aceptación propia, es decir, “aceptarse tal y como eres”, es algo que llega con la madurez y que no es propia de edades poco avanzadas. Por eso, los jóvenes, que todavía están construyéndose su personalidad, tienden a dar mucha importancia a la aceptación que reciben
desde fuera en sus grupos de iguales (clase, equipo de deportes, extraescolares, etc.).
Si detectamos que en algún joven hay un problema de aceptación social, la situación es complicada porque muchas veces no podemos llegar al grupo; solo podemos llegar al joven en cuestión. Para resolverlo, podemos trabajar factores muy personales vinculados con el “tú sirves”, “tú vales”, “tú eres”, “tú puedes” … pero en muchos casos esto puede resultar contraproducente y acabar convirtiendo al joven en un ser egoísta que no es crítico con la situación, y que lo que siga prevaleciendo sea la necesidad de ser aceptado por los demás.
Si solo construimos un vínculo individual entre nosotros, no le ayuda a
ser una persona empoderada a nivel social, solo le ayuda a ser una persona empoderada a nivel individual.
Es muy importante intentar incidir de alguna manera en el entorno y en el contexto, y a veces tendemos a desvincularnos para centrarnos solo en el joven que no se siente aceptado. Creo que la educación va mucho más allá del trabajo con la persona; es un trabajo del conjunto de personas.